En esta obra, "de a ratos, la autora parece ser ella misma la protagonista que marca a ritmos firmes la historia que está contando y que necesita salir al mundo. Todo sucede en medio de la vorágine de un paisaje paradisíaco que envuelve a los personajes en una aureola de felicidad, pero al mismo tiempo los arrastra en lodos de pequeñas tragedias diarias que parecen ser un nexo común o una constante en la literatura latinoamericana. De modo que el paisaje pasa también a ser protagonista y se fusiona con la historia de los personajes, sufriendo los mismos percances o deleites irreprochables de la creación. La frialdad de las montañas tiene las mismas inquietudes que los corazones de los hombres".