El 31 de diciembre no pasó nada en especial, excepto el doble de whisky que los guerrilleros le dieron al retenido y que éste sorbió con especial delite y muy despacio. Conversaron un momento contándose anécdotas sobre sus vidas, hasta que a lo lejos un tupoido ruidaje de explosiones les anunció que el año de 1980 devoraba los rpimeros segundos de uno de los periodos más violentos en la historia de El Salvador.