El plomo, como materia y como alegoría, ha estado siempre presente en la historia del ser humano, tanto para referirse a aquella situación o a aquel sujeto que es insoportablemente aburrido, como para avisarnos que debemos andar con cautela y ser precavidos, pues de otro modo nuestros actos pueden tener consecuencias imprevistas. "Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, vanidad de vanidades, todo es vanidad." La humanidad forja su espíritu en aquello a lo que se dedica, emplea su tiempo en desarrollar su vocación, su oficio, en distraerse con tribulaciones, en bascular entre el dolor y el placer. Y en el proceso de forjar el espíritu construimos ese monstruo mitológico llamado "ego," hacedor omnipotente, incapaz de comprender la gran broma del mundo. Porque el mundo es un plomazo. De manera sutil se sirve esta antología de cuentos, cuya superficie pulida de plomo fundido puede utilizarse a discreción como falso espejo reflectante de las imposturas y los ardides que tanto los personajes como nosotros estamos dispuestos a llevar a cabo -a la absurda manera- con la vana esperanza de que el reflejo nos devuelva una imagen reconocible de nosotros mismos. Un mimo especial por las posibilidades no solo meramente nominales del lenguaje, sino por sus cualidades fonéticas, musicales, consigue un efecto de "densidad sonora" que poco a poco penetra en la consciencia, desenvolviendo un itinerario mental que conduce al lector hacia la reflexión. La descripción de ambientes usando los elementos del exterior como "pathos" latente en la narración y la primorosa elaboración de los personajes, hacen que el disfrute de esta antología sea un placer insoslayable para los amantes del relato breve. El hombre prudente confrontado a una disyuntiva: admitir la insuficiencia de un argumento si éste es incapaz de persuadir a un escéptico decidido, o lo que es lo mismo, el universo es más bizarro de lo que podemos imaginar. Ordinarios asertos ante extraordinaria evidencia. Agudeza animal, penetración, magia o poesía -hablarle al universo en un idioma que no pueda ignorar-, lo importante es que funcione y no que sepamos por qué. El plectro que guía al artista, La Voz del Oráculo, paciente y profética metáfora de lo que está por venir. Como si las palabras pudiesen desoír a la ignorancia, en gravidez, aguardando a ser comprendidas.