DEBERÍAMOS atender la imagen de la roca a la entrada de la tumba de Lázaro;
el gesto en que las manos anónimad del ralato bíblico (quizá manos de los invitados
al funeral) remueven la materia para permitir la resurrección. Un tema ya iniciado
en Resurrección al desnudo (Letra Negra, 2006), primer libro de José Roberto
Leonardo, donde perdida la inocencia, la irrevocabilidad de la muerte, la voz
poética procede a reconocer, a dragar, el nuevo mundo al que, con sorpresa, es
devuelto.
Porque en el gesto de remoción de los mitos está la poesía de este libro,
que no busca ni romper ni revolucinar nada, sino descubrir la esencia de
las cosas al alcance: la familia, los amigos, lo habitable (las formas de habitar)
y la gestión de sí, la identidad.
Con un lenguaje sin efectos especiales, desde el llenguaje de las notas
al margen, Lázaro me dicen es una radiografía in situ de lo cotidiado,
del despertar desencantado del ciudadano cualquiera, abandonando al afán
autodestructivo de la civilización (y otros males que ponen en ridículo lo
humano, en palabras del poeta Robinson Jeffers); pero también de una inusitada
lúcida capacidad de asombro
Wingston González