A inicios del 2020 la humanidad fue sorprendida por una pandemia vírica de una cepa del Coronavirus. Hoy aún se sigue dando una discusión más política que científica, acerca de cómo se originó y se trasladó este virus al ser humano. Las secuelas que ha dejado esta enfermedad bautizada como COVID-19, en sus mutaciones y sus picos de incidencia y prevalencia de casos al nivel mundial tanto en la actualidad como en el futuro, pueden resultar mucho peores a mediano y largo plazos para el mal llamado “desarrollo”, dentro de un modelo socioeconómico que ha ido en la dirección equivocada muy irresponsable, negligente, depredadora y compulsivamente destruyendo irreversiblemente el medioambiente, principalmente la fauna y la flora y otras partes que forman la naturaleza de la tierra. La aparición de este agente patógeno hizo evidente varias cosas importantes y trascendentes para la sobrevivencia de la especie humana y del planeta, dentro del periodo que nosotros como grupo hemos conceptualizado en pocas palabras como “geo-antropófago-económico-social-ambiental” y que se conoce con el nombre de Antropoceno en círculos filosóficos, científicos y humanísticos.